Chaque sourire est spécial.

viernes, 24 de julio de 2015

Euforia

Las tres de la mañana. En el paraíso de la vida, Puntacana. Un viaje para dos, nuestro viaje de dos. Tenemos abierta la ventana de la habitación, y qué manía tienes de no cerrarla. Una corriente de aire me despierta tanto que ya no hay quién me duerma.

Paso por el salón para ir a por un vaso de agua, y qué bonita sensación la de caminar sobre los corales. Abro la nevera y me sirvo, miro a mi alrededor y pienso que no hay nadie mejor que tú con quien compartir ese viaje. Vuelvo a la habitación, y ahí te encuentro, apoyado en el marco de la puerta cual Dios griego.

No sé en qué momento dude de lo que venía ahora, pero quién se iba a imaginar tal acontecimiento.

Te ríes mientras me ves caminar hacia ti, qué me mirará tanto pensaba yo. Nos quedamos a un centímetro, para ser exactos no me dio tiempo a acercarme tanto. Me besaste, de tal forma que toda yo temblé, pero la cosa no quedó ahí. Me empujaste contra la pared pegándome a tu cuerpo, tanto que incluso sentía cómo se contraía tu abdomen. De ahí pasaste a cogerme en brazos, y qué brazos, la temperatura subía, y lo que no era la temperatura también.

Es entonces cuando me sorprendiste aún más, qué genial idea aquella, me tumbaste en el suelo transparente y poco a poco fuiste desnudándome, o quitándome la poca ropa que me había quedado horas antes. Te deslizaste por mi cuerpo, besándome desde el cuello hasta las zonas más escondidas de mi piel. 

Tu torso encima del mío, tu cuerpo balanceándose contra mí, el calor del momento, el sudor del placer, la eufórica sensación de tenerte dentro de mí, y como no, el gran estallido final.

Aún recuerdo aquel viaje, aquella noche donde fuimos más uno que nunca y, qué se puede esperar. Porque caminar sobre corales es precioso pero hacer el amor contigo sobre ellos, es otra historia.

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